domingo, 16 de febrero de 2014

Que nos lleve el diablo, el pecado de opinar sobre Venezuela.

En 1998 llegó a Venezuela un presidente que le cambio al rostro a ese país, la nueva generación de políticos de los únicos partidos de gobierno estaba tan contaminada que el liderazgo sorpresivo del comandante Chávez se convirtió en una esperanza para las mayorías y una amenaza latente para las clases privilegiadas.

De modo que las decisiones políticas de cambio, no comenzaron a implementarse sino hasta el momento que esa clase privilegiada se enrumbó en una guerra política que aún hoy no termina. Decisiones como llevar un modelo social alterno, diseñado para que los ingresos del petróleo llegarán directamente a sus habitantes: las Misiones.

Hoy, el libreto que comenzó esa clase despojada del poder luego que Chávez tomará el rumbo del País, se repite cada vez que en las elecciones se les escapa el dominio político y social del país. Recientemente, por ejemplo, el candidato perdedor Enrique Capriles promovió el odio electoral a sus seguidores manifestándose de manera violenta frente al resultado adverso de las elecciones presidenciales, provocando una situación de crisis e irracionalidad política evidenciándose en desobediencia civil resultando muertos varios venezolanos. 

Ese libreto tal cual es repetido por Leopoldo López, un ex candidato presidencial al que la Contraloría de ese país lo inhabilitó por actos de corrupción cuando su madre ocupaba un cargo de gerente en PDVSA y giró recursos públicos para crear la ONG Primero Justicia, hoy Partido Político.  

La violenta confrontación social y la manipulación de la información son la herramientas más utilizadas contra el gobierno de Chávez y hoy de Nicolás Maduro, ambos del PSUV, ganadores entre otras cosas del  76% de las Alcaldías y 20 de las 23 gobernaciones en las ultimas elecciones. 

Esa realidad, muestra una reflexión interesante, pues dadas las abismales victorias territoriales, la diferencia cercana entre Maduro y Capriles en las últimas elecciones presidenciales no puede ser motivo de promoción al odio y el señalamiento de ilegitimidad de la propuesta socialista. 

De modo que, ver diferentes perspectivas en la noticia frente a los hechos presentados en los días anteriores, deja un sinsabor informativo por parte de las principales multinacionales de la Información en América latina particularmente NTN24. Si bien Venezuela presenta problemas muy parecidos a los colombianos, no es motivo suficiente para incendiar el país frenéticamente liderado por personajes con estrechas relaciones con el modelo capitalista proyanqui. 

La protesta es válida, es un derecho constitucional en Venezuela, pero la violencia no lo es bajo un gobierno que  invita al dialogo y la superación de las dificultades bajo el modelo que gana en la urnas, principio de las democracias latinoamericanas, incluidos los Colombianos, que a pesar del modelo económico excluyente, nos la jugamos por una salida democrática y pacífica. 

Así, opinar sobre Venezuela, es un pecado que algunos no se atreven a perdonar. Que nos lleve el diablo pues.

Mario Alejandro Lemus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario